DOMINGO VI DEL TIEMPO PER ANNUM
El evangelio de este Domingo nos muestra a Jesús en su primera predicación a las multitudes que le seguían, es decir “a todos”. Y comienza, muy significativamente, con la palabra “Dichosos!”. También nosotros somos “dichosos” hoy al escuchar ese anuncio de bienaventuranza de Jesús.
Antes, Jesús ha subido a la montaña (lugar de acercamiento a Dios) para orar y luego baja al llano para reencontrar a las multitudes, como Moisés en el Sinaí.
Lucas nos transmite cuatro bienaventuranzas y cuatro “malaventuranzas” antitéticas, dirigidas a los oyentes. Un aspecto importante en la formulación lucana de las bienaventuranzas es un fuerte contraste entre la situación actual y la futura: los que ahora viven en la pobreza o en el dolor vendrá un día en que serán colmados de felicidad. Dios misericordioso no abandona a los pobres, a los pequeños, y los necesitados. Al mismo tiempo, supone un aviso serio contra los que viven tranquilos y satisfechos, con la confianza puesta en las propias riquezas y sin preocuparse de los demás.
Hasta dónde podemos hacer nuestras las Bienaventuranzas?:
- Jesús es el Enviado para sacarnos de toda pobreza, de todo lo que no nos deja ver la luz de Dios o nos ata a las cosas de la tierra sin dejarnos caminar con libertad por los caminos de Dios. Quiero yo seguir a Cristo que es el Camino?
- Bendito quien confía en el Señor. En el bautismo hemos sido “plantados en Cristo” al borde de la acequia “de la corriente de agua del Espíritu. Quiero yo echar raíces junto al agua de la gracia de Dios para dar fruto en su sazón?
- San Pablo nos exhorta a vivir con la “esperanza en Cristo”, la que nos da su resurrección, la que nos hará participar un día de la verdadera felicidad, la de los resucitados que vivirán con Él para siempre. Vivo yo aquí y ahora en esta esperanza?
Si las respuestas son afirmativas, las Bienaventuranzas de Jesús también son para mí.